Dandi hasta la médula, Cole Porter representó mejor que nadie los locos años 20. Cole se entregó con complacencia a todos los placeres, y cultivó con pasión tanto su arte como su hedonismo. Cenar en la Riviera, un palacio en Venecia, y una vuelta al mundo antes del almuerzo. Una temporada en la legión francesa durante la primera guerra mundial, una familia podrida de dinero y un matrimonio de conveniencia con una millonaria que consentía su homosexualidad siempre y cuando guardase las apariencias. Elementos todos estos que parecen sacados de una película de la época. Y es que no debemos olvidar que la vida de Cole Porter fue excepcional. De hecho sólo una cosa fue más excepcional que su vida: su obra. Cole Porter es seguramente el compositor más importante de la música pop del siglo XX. Cole hizo musicales (como sus contemporáneos, Irving Berling y George Gershwin) y películas en Hollywood, pero donde puso todo su genio fue en la creación de canciones. Porter inventó la estructura de la canción pop, inventó el single y perfeccionó un estilo de canciones de amor, llenas de humor, ironía y pasión, que siguen sobreviviendo al tiempo 70 años después de ser escritas: Night And Day, My Heart Belongs To Daddy, Love For Sale, I've Got A Kick Out Of You o I've Got You Under My Skin son perfectos ejemplos de ello, han sido inmortalizadas por Frank Sinatra, Louis Armstrong, Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Bing Crosby, Marilyn Monroe, Fred Astaire... transmitiéndo de generación en generación el legado más valioso de la música pop.
Deliciosamente elegante, satírico, amante de la vida nocturna y creador de poesía musical, la vida de Cole Porter se oscureció en 1937, cuando montando a caballo el animal de cayó encima. Sufrió una infección de la médula ósea y tuvo que someterse a 35 operaciones a lo largo de su vida, andar entre bastones y finalmente perder la pierna y verse encerrado en una silla de ruedas. Porter siguió trabajando para Broadway, pero sus mayores logros musicales ya habían pasado y la vida era ahora una broma sin sentido. Porter se afincó en Hollywood donde compaginaba su trabajo en la Metro con su mayor devoción, su harén de chicos californianos a los que todos conocían como sus chicos de la piscina. Finalmente a Porter se abandonó, pasaba el día alcoholizado, sin afeitar y en bata. El otrora dandi exquisitivo pasaba el día drogado y llegó a pesar 37 kilos. Una complicación tras una operación de cálculo renal se lo llevó en 1958. Inmensamente rico y sólo, como su vida, un final de película.
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