


Pero sigamos con Joan. A la pobre la hemos dejado en un segundo plano, y eso es más o menos lo que le pasó en su infancia. Como dijimos, Olivia era la reina de la casa. La pequeña Joan quiso repetir el éxito de su hermana Olivia, y su madre le prohibió primero seguir la carrera de actriz igual que su hermana, y luego usar el apellido De Havilland, teniendo que adoptar el Fontaine de su padrastro. Ese aura de fragilidad y su lánguido conformismo al ser un segundo plato hicieron que Joan se moviese como pez en el agua en papeles masoquistas y sumisos como los que el perverso Alfred Hitchcock ideó para ella en la inolvidable Rebecca (1940) y en Sospecha (Suspicion, 1941), que supuso su único Oscar. De hecho el encuentro más crudo entre las dos "hermanísimas" de Hollywood se produjo en la ceremonia de los Oscar de ese año, en que ambas actrices estaban nominadas al Oscar. El premio en esta ocasión se lo llevó Joan (aunque Olivia llegó a ganar dos), y dicen que ni siquiera se miraron a la cara, desde entonces no se hablan. Un encontronazo anterior que posiblemente ayudaría a convertir el conformismo de la Fontaine en resentimiento fue el hecho de que le ofrecieran a ella primero el papel de Melanie en Lo Que El Viento se Llevó y lo rechazara, cuando el productor y magnate David O. Selznick le ofreció el jugoso personaje, Joan (que deseaba el papel de Scarlett O'Hara) le espetó a O. Selznick "Si quieren a alguien para hacer de pava, llamen a mi hermana Olivia". Y así fue, y fue la cumbre de la popularidad de Olivia, lo cual debió minar la ya de por sí destrozada moral de Joan. Aún así siguió su carrera, e intentando salir del encasillamiento comenzó a producir sus películas, siendo su primera producción la estupenda Carta de Una Desconocida (Letter From An Unknow Woman, 1948). Al final Hollywood la acabó encasillando o apartando como a su hermana, ya que la meca del cine nunca ha sido justa con la madurez femenina.
El distanciamiento y el rencor siguieron siendo la tónica en la relación de las dos hermanas. Joan nunca perdió oportunidad para hablar de su hermana como en estas duras declaraciones: "Para mí es como si no existiese. Nos odiamos tanto cuando éramos jóvenes que ahora hemos agotado la carga de odio y nos limitamos a ignorarnos". En otra curiosa anécdota, las dos actrices pusieron el grito en el cielo al saber que las habían colocado en la misma planta del hotel Ambassador en el que se alojaban en un homenaje a las leyendas vivas de la meca del cine. Hubo que poner diez pisos de distancia entre ellas para mantener el hotel en pie. Toda esta historia de rencores fraternos explica que el director Robert Aldrich se inspirara en su historia para idear ¿Qué fue de Baby Jane? En el film dos viejas actrices en decadencia y hermanas, Bette Davis y Joan Crawford, viven en la misma casa, guardándose un odio más grande que el tiempo. Imaginen las consecuencias de haber tenido bajo el mismo techo a Olivia y Joan. Por eso, si se animan a invitar a cenar a estas dos damas, auténticas leyendas vivas de Hollywood (91 y 90 años respectivamente), por favor, no las junten nunca. Por su propio bien.
1 comentario:
He llegado de rebote, buen blog!
Un saludo desde Tierralandia
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