Dejar sin cena a Dalton Trumbo por la caza de brujas sería como acusar al pueblo de Hiroshima por la bomba atómica, pero como quedaba muy largo poner de título "la sociedad norteamericana de los años 50" y no queríamos perder la oportunidad de hablar del sr. Trumbo, le dedicamos un capítulo en nuestra impopular lista de ausentes. Trumbo es uno de los mejores guionistas del Hollywood clásico que vivió la humillación y el ostracismo al ser acusado por el comité de actividades antiamericanas dirigido por el senador McCarthy, arma política encargada de vigilar la "peligrosa influencia comunista" en Hollywood durante la guerra fría. Dalton Trumbo formó parte del grupo conocido como los 10 de Hollywood, un grupo de directores y guionistas de la industria cinematográfica que se negaron a testificar en 1947 en los famosos juicios de la caza de brujas, haciendo una crítica a los métodos utilizados por Mc Carthy y sus seguidores para limitar la libertad de expresión. Debido a esto fueron encarcelados durante un año y pasaron a formar parte de las listas negras de Hollywood. Otros, como Elia Kazan, no tuvieron problemas de conciencia a la hora de delatar a sus compañeros y con ello salvaron su propio cuello. No es un caso tan distinto del que comentamos hace un par de capítulos de Ligeti, quien sufrió la censura stalinista del otro bando.
Dalton Trumbo tenía un pasado peligroso para la cerrada sociedad norteamericana de los años 50. Había sido un miembro activo del partido comunista, escribiendo para el diario oficial del mismo, The Daily Worker, y redactando guiones y obras de teatro en las que dejaba ver su ideología, instando, por ejemplo, a una neutralidad frente a la guerra en Europa, o promoviendo los derechos de los trabajadores, además uno de sus libros era una ardiente crítica antibelicista, Johnny Cogió su Fusil. Todo esto acabó por hacer que el FBI le investigara. Hasta ser incluido en la lista negra Trumbo había escrito guiones para treinta películas en Hollywood. Al salir de la cárcel Trumbo tuvo que exiliarse a México con su familia y, gracias a la ayuda de amigos como Kirk Douglas, logró trabajar bajo seudónimos. Paradójicamente su trabajo más conocido pertenece a esta época, llegando incluso a ganar dos Oscars de la Academia. Dichos premios no pudieron ser recogidos por él, claro está, algo que dejaba en evidencia la hipocresía de Hollywood. El primero fue por el clásico romántico Vacaciones en Roma (A Roman Holiday, 1952), en el que Ian McLellah Hunter pasó por ser el autor, y recogió el premio. El segundo Oscar de su carrera fue por El Bravo (The Brave One, 1957), una emotiva historia de un niño amigo de un toro al que van a matar, que escribió como Robert Rich. Cuando los periodistas empezaron a investigar sobre el guionista fantasma y descubrieron que era el nombre del sobrino de uno de los productores comenzaron las sospechas. La situación era insostenible. Por fin en 1960 el director Otto Preminger le dió el crédito que merecía por la película pro-israelí Éxodo (Exodus, 1960). En el mismo año Kirk Douglas anunció que su próximo proyecto contaría con guión de Trumbo. Se trataba de una película revolucionaria, el primer peplum rodado a la fecha que no trataba temas religiosos, Espartaco (Spartacus, 1960). Douglas había impulsado el proyecto, dolido cuando William Wyler escogió a Charlton Heston para protagonizar Ben-Hur (1959). En el guión se puede ver la mano de Trumbo, que convierte al líder de los exclavos en un proto-socialista. Dirigida por un joven e inexperto Stanley Kubrick que no podía librarse de la sombra alargada de Douglas, protagonista y productor, el film cuenta con uno de los mejores repartos de todos los tiempos, títulos de crédito de Saul Bass, música de Alex North... Y a pesar de todo eso lo mejor es el guión de Trumbo, quien se tomó en serio su vuelta oficial a Hollywood. Entre las escenas más deliciosas de la historia del cine está ese diálogo pseudo-erótico homosexual (censurado en España en su día, por supuesto) entre Laurence Olivier y Tony Curtis: "¿Consideras moral comer ostras e inmoral el comer caracoles?".
Un regreso a Hollywood brillante que Trumbo cerró con algunas de sus mejores obras, entre los guiones que hizo destacan la maravillosa poesía visual que es Orgullo de Estirpe (The Horsemen, 1971) de John Frankenheimer, y Papillón (1973) de Franklin J. Schaffner. Pero sin duda su último gran legado fue llevar al cine su novela antibelicista Johnny Cogió su Fusil (Johnny Got A Gun, 1971) que no sólo adaptó sino que también dirigió. Pocas veces se ha narrado con tanta crudeza y belleza el horror de la violencia y el deseo humano de vivir y amar. La historia de un soldado convertido en un torso humano al que los doctores creen carente de sentimientos, su relación con una enfermera que empatiza con sus emociones y los confusos recuerdos de la vida perdida, convierten a esta joya cinematográfica en uno de los mayores cantos a la humanidad. Trumbo murió en 1976, con 70 años, dejando su huella como uno de los hombres de Hollywood que quiso pensar fuera de lo conveniente, mirar más allá y soñar lo inalcanzable. Hoy es un poco más alcanzable gracias a gente como él.
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