Sin Sam Cooke la música no existiría tal y como la conocemos. ¿Imaginan la música pop si nunca hubieran existido the Beatles? ¿El rock’n’roll sin un Elvis? ¿Folk sin Dylan? ¿Jazz sin Duke Elington? Algo similar ocurriría si imaginamos el soul y las muchas bifurcaciones que han cimentado la música negra sin Sam. Él fue el creador del género y su mayor catalizador. Sam tomó las raíces de la música religiosa, el góspel, y reinventó el género creando algunas de las canciones más hermosas jamás imaginadas por un hombre. En 1964, en la cumbre de su creatividad, murió en uno de los episodios más estúpidos de la historia de la música. Sam comenzó cantando con sus hermanos en iglesias a finales de los años 50, donde fue descubierto por el popular grupo de góspel The Soul Stirrers, quienes buscaban un reemplazo para su cantante líder. Sam se unió al grupo y tocó el techo de la música góspel. Con su juventud, su atractivo y su voz celestial consiguió que muchas mujeres fueran a la iglesia teniendo pensamientos no exclusivamente divinos. Pronto necesitó ampliar sus horizontes y decidió dar el salto a la música profana, empezando a grabar en solitario.
Sam corría un gran riesgo, ya que su público podía abandonarle al “dar la espalda a Dios” y empezar a cantar de temas aparentemente banales como el amor. A pesar de las críticas Sam se decidió y tuvo un éxito impresionante con su inmortal tema You Send Me, al que seguirían decenas de hits como Wonderful World, Cupid (una de las mejores canciones de amor de todos los tiempos) o Shake. Sam alternaba temas románticos con canciones bailables (Everybody Loves to Cha Cha Cha, Twistin’ the Night Away), muy de moda en la época gracias al programa American Bandstand. Su voz no se podía comparar a nada de lo que había habido antes (con un estilo influenciado por gente como Little Willie John, de quien hablamos en Diciembre de 2007, y Clyde McPhatter), era como si Dios hablase a través de sus labios. Era dulce, era como ser acariciado por un ángel. Para colmo componía sus propias canciones, auténticas obras maestras del pop. Era arriesgado, podía grabar blues en el magnífico disco Night Beat o crear electrizantes actuaciones como la recogida en el disco Live At The Harlem Square Club, 1963, uno de los mejores discos en vivo de la historia. Fue además un pionero al ser uno de los primeros artistas negros en crear su propia discográfica, SAR Records, en la que grababan artistas góspel y música profana, allí grabaron sus viejos compañeros de The Soul Stirrers y gente a la que descubrió como el teclista Billy Preston o Bobby Womack. Era una artista negro que no quería seguir los modelos de un sistema racista a punto de estallar.
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