Sobre todo hay que abstenerse de invitar a Alfred a cenar si esperamos damas. El vicioso y misógino director las acosaría de modo que arrastrarían secuelas psicológicas por la eternidad, como le acurre a la pobre Tippi Hedren. Son archiconocidas las anécdotas de la protagonista de Pájaros, como cuando Alfred le hizo rodar siendo picoteada por decenas de pájaros reales sin ella saberlo, o cuando le regaló a su hijita, Melanie Griffith, una dulce muñeca vestida como su madre picoteada por pájaros dentro de un pequeño ataud de muñequitas. Era la extraña forma de Hitch de demostrar su amor, ya que estaba obsesionado por las rubias. Otras actrices que trabajaron con él no eran tan remilgadas o no tenían escrúpulos, como la díscola Grace Kelly, quien regaló al viejo voyeur un desnudo privado.
Alfred era un tirano para los actores, a quienes consideraba ganado necesario para hacer sus obras maestras del suspense. Pero esta virtud suya no le excluye de seguir siendo vetado a nuestras cenas, a no ser que queramos un espectáculo de humillación y depravación psicológica al nivel de Frenesí, su obra maestra final.
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