WOODY ALLEN

A veces las cosas comienzan de la manera más inocente, con un "Mia, ¿te importa ir tú sóla a la ceremonia de los Oscars mientras yo me quedo ayudando a la niña para el examen de Freud? Invéntate cualquier tontería, yo qué se, que estoy tocando el clarinete". Y, claro, una cosa lleva a la otra. Y acabamos mal, pero que muy mal. Con Allen dejando a su pareja, Mia Farrow, por la hija adoptiva de ambos, en uno de los escándalos más sonados de la historia del cine. No deja de ser curioso que el mayor defensor cinematográfico del psicoanálisis protagonizase tal embrollo freudiano. "Ahora entiendo por qué insistía tanto en que la llamáramos Electra", comentó en más de una ocasión con sorna Mia Farrow. El autor de la genial Días de Radio acabó por abandonar el psicoanálisis, no sabemos si al final era demasiado duro mirarse por dentro. No tenemos el dato de la cantidad de reclamaciones que le habrán hecho sus fans para que les devuelva el elevado importe de frustadas sesiones de terapia. Tampoco podemos constatar cuánto influyó el caso Allen-Farrow en la tremenda proliferación de adopciones de niñas asiáticas en nuestro país.

En cualquier caso, la mayor razón para no invitar a Allen no es el que vaya a acosar a nuestras hijas, ni siquiera para aquellos que tengan adolescentes asiáticas en casa. No invitaremos a Allen a casa para que no nos aburra con sus monotemáticos monólogos tartamudeados. con su psicoanálisis de todo a cien, con su halo de intelectualismo snob y su retórica aburrida.

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