JUDY GARLAND

Invitar a Judy Garland a cenar habría sido todo un acontecimiento, sobre todo por la promesa del espectáculo que nos esperaba tras los postres. Alcoholizada e idotizada por el consumo de barbitúricos sin duda la Diva haría un flaco favor a su papel más famoso, la Dorothy de El Mago de Oz. Judy fue un juguete roto en manos de los estudios Metro Goldwyn Mayer, quienes ante su tendencia a ser una adolescente con sobrepeso decidieron atiborrarla a somníferos y anfetaminas. La adicción le acompañó hasta el final de sus días, cuando murió por una sobredosis de somníferos. Entre medias aguantar al peñazo de Mickey Rooney en cinco películas, cinco matrimonios fallidos, varios intentos de suicidio, una carrera que se hundía por su continuo estado de embriaguez, una voz rota por sus abusos... toda una leyenda trágica que ha hecho que la pobre, como si no hubiera tenido bastante en vida, ahora sea recordada sólo en festivales de cine gay y por petardos como Rufus Wainwright quien acaba de hacer un disco destrozando su clásico concierto en el Carnegie Hall. Por suerte nos dejó unas cuantas películas para recordar su luz, Ha Nacido una Estrella, Cita en San Luis, El Pirata, Vencedores o Vencidos... y una hija que continúe su legado de cantante alcoholizada.
Sí, me parece que ya no estamos en Kansas, Totó. Y tanto que no.